Apenas
tenía 10 años cuando escuché por primera vez esta frase. Fue en una obra de
teatro, de esas que te llevan en el colegio. No recuerdo el nombre de la obra,
el curso en el que estaba ni por qué íbamos a ver esa actuación.
Desde
entonces no me ha dejado nunca. Siempre ha estado a mi lado, siempre ha estado
en mi cabeza. Sinceramente en mi fondo, muchas veces he pensado que es una
cursilada, que en mi cosecha personal de frases, consejos, no la habría
formulado de esa manera. Pero aun así ahí sigue y más aún, me ha acompañado durante todo este tiempo.
Me
la he repetido una y otra vez en diferentes momentos de mi vida, desde en
esfuerzos físicos en los que ya no podía más, hasta retos más personales que
requerían mucho esfuerzo y no tener en cuenta la realidad.
No
sé en su momento por qué me marcó tanto y por qué he podido recordarlo tan bien
pese a los años. Con el tiempo, con mi crecimiento, con mi experiencia, con el
aprendizaje vital, me doy cuenta de que esa frase tiene mucho que ver conmigo,
con mi vida. Claro está, que cuando entonces no tenía ni la menor idea. Pero
como decía el gran Steve Jobs, a veces las cosas se conectan de adelante hacia
atrás, del futuro hacia el pasado.
Con
todo esto quiero hacer hincapié a las ganas de luchar por tus sueños. Era una
forma introductoria de contarte uno de mis “secretos” al caminar por los míos.
A veces la espera parece eterna, a veces tus objetivos, tus sueños están demasiado
lejos y no crees que “tu ahora” sea el camino para llegar. Yo he trabajado
mucho para decirme que todo llega y que la espera no es espera si no el ahora,
que tengo que aprender a vivirlo y disfrutarlo porque al final, aunque no sea
como tú creías, estás formando el camino para llegar a ellos, tus sueños. Me ha costado
creer que la vida es sabia.
Nunca
dejes de creer que puedes conseguir todo lo que te propongas. Nunca dejes de
soñar. Nunca dejes de luchar, de seguir y sobre todo, nunca dejes de vivir.