A veces las cosas importantes merecen su repetición.
Hoy repito. Quiero dedicar mi entrada a una de mis
entradas más antiguas. Además la he completado con un comentario que recibió en
su día y que me parece de lo más interesante. Quizá se haga un poco larga pero ¡merece
la pena!
La felicidad. Mi opinión sobre el concepto de
felicidad. Tan sencillo y complejo a la vez.
Cuando hablaba del principio, de ese principio para llegar al control,
gestión personal, paz y tranquilidad, hablaba del duro, continuo y muchas veces
inconsciente trabajo con nosotros mismos. Ese trabajo al que nadie te enseña,
que está ahí y ni siquiera lo sabemos, ese trabajo que a veces la vida nos
obliga a reformar por no caer en picado.
Este maravilloso
trabajo con nosotros mismos, empieza cuando seamos capaces de querernos, de
querernos tal y como somos y de querer todo aquello que más cercano tenemos,
aceptarlo, apreciarlo y disfrutarlo. Parece tan fácil y lo hacemos tan difícil.
Nos pasamos la vida queriendo a todo el mundo, respondiendo y justificándonos y
nos olvidamos por completo de nosotros. ¡Qué pena!
Sé que la vida te lo
recordará. O te quieres, lo que incluye confianza, seguridad, estabilidad, o
estás perdido. Y quererte bien, hay muchas formas de quererse, hay que procurar
no pasarse.
De la mano del
quererte llegan las necesidades. Ya te quieres, con tus cosas buenas y no tan
buenas, es el momento de olvidarte de los demás. Y no olvidarte de estar sólo
en tu mundo y no relacionarte, no no, olvidarte de necesitar. A veces no nos
damos cuenta de que no nos dejamos disfrutar de nuestro entorno, nos olvidamos
de aceptar incondicionalmente a las compañías que elegimos. Cada uno aportará
lo que “tenga”. Somos únicos e irrepetibles y por eso no tenemos que esperar de
los demás, porque cuando esperamos estamos influenciado esa espera, esperamos
lo que nosotros pensamos, y quizá ni se parezca a lo que está pensando el otro
y ahí amigo, es dónde llegan las tan repetidas frustraciones y decepciones.
Cuando sepas quererte
bien y no influenciar con tu espera lo que los demás nos aportan, tienes que
empezar a creerte que tú eres lo único eterno. Vas a ser tú desde tu principio
y hasta tu final. Más vale que te quieras y te cuides porque nunca vas a saber
cuándo la soledad será tu acompañante.
¡Culpa, maldita
culpa! Qué fácil es hacer responsables a los demás de lo que nos pasa. Y qué
difícil es pensar que igual nadie tenía la intención de que sintamos así. Por
eso lo que decía de que solo sabemos cómo sentimos cada uno y no cómo sienten
los demás. Así que empieza a pensar que quizá todo lo que te pasa es porque tú
lo recibes así y no porque nadie te “lo haga”. Luego serás tú quien valore si
tienes algo que modificar en tu estructura o quedarte cómo estás.
Ojalá pudiera cambiar
el mundo, cambiar nuestra sociedad y que el éxito, nuestro éxito en la vida,
tuviera más que ver con la inteligencia emocional que con la racional.
Así tendríamos más presente el trabajar con nosotros
mismos.
De verdad crees que por mucho que sepas de historia ¿eso te va a enseñar a vivir? Luego tienes que decidir si comerte una mandarina o una manzana y no tienes ni idea.
De verdad crees que por mucho que sepas de historia ¿eso te va a enseñar a vivir? Luego tienes que decidir si comerte una mandarina o una manzana y no tienes ni idea.
Pues eso, que tenemos
que trabajar más nuestra “mente”, cuidarla y mimarla. Empezar desde el
principio, tu principio y solo tú sabrás cómo hacerlo.
Aquí sólo tienes el
mío.
“Un hijo se quejaba
con su madre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles.
No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencido.
Estaba cansado de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema aparecía
otro.
Su madre le llevó a la cocina; allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una colocó zanahorias; en otra, huevos; en la tercera, puso granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.
El hijo esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su madre. A los veinte mintutos la madre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los puso sobre un plato. Finalmente, coló el café y lo sirvió en una taza.
Mirando a su hijo le dijo: ¿Qué ves?. Zanahorias, huevos y café, fue su respuesta. Le hizo acercarse más y le pidió que tocara las zanahorias, él lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera; al quitarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro. Finalmente le pidió que probara el café; él sonrió mientras disfrutaba de su aroma.
Humildemente, el hijo preguntó: ¿qué significa esto mamá?. Es química, le explicó: los tres elementos se han enfrentado a la misma adversidad: agua hirviendo, pero han reaccionado de forma diferente en función de sus características.
La zanahoria llegó al agua fuerte y dura; pero, después de pasar por el agua hirviendo, se ha puesto débil, fácil de deshacer.
El huevo ha llegado al agua frágil, su cáscara protegía un líquido interior; pero, después de estar en el agua hirviendo, su interior se ha endurecido.
Los granos de café, sin embargo, son únicos: después de estar en el agua hirviendo, ha sido capaces de cambiar el agua y sus propiedades.
¿Cuál eres tú, hijo? Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?, preguntó a su hijo.
¿Eres una zanahoria, que parece fuerte, pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?
¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, un espíritu fluido, pero tras una muerte, una separación o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera pareces el mismo, pero eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecidos.
O ¿eres como el grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor.
Si eres como el grano de café: cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas en forma positiva, sin dejarte vencer, y haces que todo a tu alrededor mejore, esparciendo con tu fuerza y positivismo "el dulce aroma del café"...
Y tú, ¿cuál de los tres eres?”
Tu entrada es densa, pero muy interesante. Te la has currado.
ResponderEliminarBueno pienso que cada persona tiene su proceso individual y un transcurso social en la construcción de su forma de ser para poder alcanzar la felicidad. También es importante diferenciar el carácter y la personalidad, que solemos confundir a menudo. En el carácter está el modo de comportarse y enfrentar las circunstancias, mientras que la personalidad resume nuestra organización total (psíquica, social y biológica) como ser humano y nos distingue los unos de los otros.
Un fuerte abrazo, Sara.
Hola Karima, qué bien leerte.
EliminarSi tienes toda la razón en lo que me escribes. Así es cada un tiene su proceso yo aquí solo cuento el mio... el que sé! Quizá pueda servirle a alguien o no... pero eso ya no depende de mí.
Gracias por tu matización del carácter y la personalidad, me la guardo ;-) tienes mucha razón en que a menudo las confudimos!
un beso :-)