“La
muerte prematura de su padre fue un suceso que marcó indudablemente su vida.
Fue
capturado por los soldados romanos, que fustigaban continuamente a los
cristianos que vivían en Palestina en aquella época. Jugaban cruelmente con
ellos sólo para entretenerse. En uno de estos pasa tiempos, mataron a su amado
padre sin querer.
Primero
le ataron por los tobillos a un caballo que montaba un soldado y lo arrastraron
por las calles. Al cabo de un minuto, que se le hizo interminable, el caballo
se detuvo. Su cuerpo estaba apaleado, pero él logró sobrevivir aquel suplicio.
Miriam, su hija, aterrorizada, oía los gritos y las risas de los soldados.
Aún
no habían acabado con él.
Dos
de aquellos romanos se enrollaron los cabos de la cuerda alrededor del torso y empezaron a dar brincos como harían unos
caballos. Su padre salió despedido hacia delante y se golpeó la cabeza con una
roca muy grande. Le hirieron de muerte.
Los
soldados lo dejaron tirado en medio de la polvorienta calle.
La
sinrazón de aquel suceso vino a añadirse a la profunda angustia, la rabia, la amargura
y la desesperación que sintió Miriam tras la violenta muerte de su padre. Para
los soldados aquello no era más que un deporte. Ni tan siquiera sabían quién
era aquel hombre. Nunca habían sentido su mano suave cuando curada con cariño
los rasguños de su hija ni habían visto con qué diligencia manipulaba el torno.
Tampoco
conocían el aroma que despedía su cabello después de tomar un baño, ni la
dulzura de sus besos y sus abrazos. No habían convivido diariamente con aquel
hombre tan amable y cariñoso.
Sin
embargo, en unos pocos minutos de terror, pusieron fin a una bella existencia y
llenaron de aflicción los restantes años de Miriam, que nunca llegó a superar
aquella pérdida ni a llenar aquel tremendo vacío. Todo por diversión. Estaba
indignada por la irracionalidad de aquel hecho. Sus lágrimas de odio se
entremezclaban con las de dolor.
Arrodillada
en el camino polvoriento y manchado de sangre, la niña acunaba la cabeza de su padre,
que descansaba sobre su regazo. El hombre ya no hablaba. Un hilo de sangre se
escapaba por la comisura de sus labios. Miriam oía un borboteo en el pecho de
su padre cada vez que él se esforzaba en respirar. Estaba a punto de morir. Sus
ojos se iban ensombreciendo; se acercaba el final de su vida.
-Te quiero, padre- susurró fijando la vista en aquellos ojos agonizantes-. Siempre te querré.
Mirándola
por última vez, su padre pestañeo en señal de haber comprendido el mensaje, y
sus apagados ojos se cerraron para siempre.”
No pude evitar que mis
ojos brillaran tras leerlo.
Me acompañó una
sensación de tristeza. Sentí pena por aquel hombre, por aquella niña y por
aquellos valores, si se puede llamar así, que dichos soldados poseían.
Pienso que hoy en día
nos alejamos mucho en nuestra sociedad de esa violencia física, de esa
ignorancia, pero siento que aún en cierta manera sigue. Persiste esa
superioridad, esa creencia de poder que te da la libertad de juzgar a los demás.
Ese desconocimiento que
es causa de dolor ajeno.
Y se me encoge el corazón.
Se me encoge el corazón al pensar que todavía
haya gente así. Que por su propia satisfacción y por su ego tan grande, tengan la
crueldad de hacer sentir a alguien inferior, débil y lo que es peor, de hacer
sentir a alguien dolor.
En este caso tampoco sé
dónde está el error o bueno
sí. No sé quién tiene que enseñar a quien, pero si el qué.
La vida está para vivirla desde el AMOR, desde la igualdad,
desde la humanidad, desde el apoyo, el respeto y la confianza… nos hemos
convertido en seres individualistas encerrados en una capa de hielo.
Desconozco tu vida. No
sé cómo te diriges a los demás, ni sé el tiempo que puedes malgastar en
entrometerte en muchas otras vidas. Pero si te apetece, te propongo que te
olvides por un tiempo de eso tan “negativo” y en vez de juzgar, herir… sientas
amor, compasión, igualdad...
Es una persona más. Como tú.
Es una persona más. Como tú.
La
relación que tienes hacia los demás, es la relación que tienes hacía ti mismo.
P.D. Aprovechando esta
fecha quisiera desearte feliz día del padre. Espero que Miriam se haya
reencontrado con el suyo.
Yo también te quiero y
siempre te querré papa.
Yo creo que aunque vivimos en en un mundo muy materialista todavía hay esperanza. Hay personas que ayudan a los demás sin ningún interés, solo por el hecho de dar amor y cariño.
ResponderEliminarTodavía hay esperanza de que el hielo que nos corroe se funda y de paso al calor y a la humildad.
Un saludo!!!
Hola Arya, por supuesto que hay esperanza y por supuesto que hay muchas personas que ayudan a los demás sin ningún interés. Creo en ello 100%
EliminarAunque también creo que muchos son piedras preciosas por pulir, están influenciados por una oleada y no dejan brillar ese amor y luz que realmente guardan en su interior. Pero confío en la vida y sé que dará los aprendizajes necesarios para sacar a relucir eso tan valioso. (No nos enseñan a vivir desde el amor y es un grandísimo fallo)
Un abrazo y siempre gracias :-)
Tu entrada me ha conmovido, Sara, y la foto de la niña me parte el alma cada vez que la miro.
ResponderEliminarPobre Miriam, tan frágil e incompleta; La barbarie humana es infinita. Viktor Frankl nos advertía: la salvación del hombre está en el amor y a través del amor.
¿Qué hay después de una hecatombe? ¿Qué podemos hacer con los restos de un naufragio? Probablemente seguir luchando con coraje, para mantener la capacidad de entregarnos a la vida con lo que nos queda.
Un fuerte abrazo, guapa. Hoy me voy con mal cuerpo.
Hola karima, puedo imaginar tu sensación, yo también me conmoví al leerlo. Y dice mucho de ti...
EliminarSabes que pienso del amor y estoy totalmente de acuerdo con esto que me escribes.
Los mejores aprendizajes vitales vienen tras las experiencias más dolorosas.
Hay que seguir, siempre y disfrutar de esta suerte de vivir que nos han regalado. Tiene un final, al menos que sepamos y no podemos permitir llegar a él antes de tiempo.
Un abrazo y que el mal cuerpo se recomponga rápido y con un pequeño enriquecimiento más :D
Siempre gracias!