sábado, 11 de mayo de 2013

Felicidad.

Ya está todo el pescado vendido, ya estás aquí no hay vuelta atrás. Ya lo sé, a mí tampoco nadie me preguntó. Pero una cosa está muy clara, dentro de las infinitas cuestiones que si queremos podemos plantear sobre esta especie, tan…tan especial, nacemos y morimos y en ese espacio de tiempo está la vida, tu vida. Y sí, en ella hay infinitas cosas, tan malas cómo buenas. Tendemos a estancarnos en las malas, pero estoy segura que sufrimos tanto como tan felices somos, si no, haz memoria y valora realmente esas cosas buenas.

Socialmente, la felicidad es un estado al que, sin duda alguno, todos queremos aspirar, ya que para la mayoría de las personas felicidad es igual a, como decirlo, un estado lleno de todo y vacío de nada, que te permite estar en una indudable e incondicional satisfacción.

Perdonad si me equivoco, no hablo más que desde mi humilde opinión. ¿Pero cómo pretendemos ser “felices” si nunca nada es todo? Somos unos patéticos inconformistas, nada es suficiente, nunca estamos contentos, y aún seguimos diciendo “en búsqueda de la felicidad”; “todo llega”… ¡Qué no, qué no! la felicidad ni se busca, ni te encuentra y olvídate si piensas que ésta depende de algo o de alguien.

La felicidad eres tú. Tu felicidad está en tus manos. Para mí, la felicidad, es un eterno estado de paz y tranquilidad, control y gestión personal. Cómo explicarlo. Es un estado "superior", si alcanzas esa paz y ese autocontrol, estará siempre a tu alcance. Ya lo has conseguido una vez, no va ser difícil volver a conseguirlo. Debajo de esa paz y tranquilidad viene todo lo demás. Sí, las personas “felices” se enfadan, las personas “felices” sufren, se estresan, se agobian, lloran, claro que sí, ¡joder son personas! Pero ahí sigue ese control que te hará que esto no se pase más de la cuenta. Una vez que has estado bien y sabes como hacerlo, no creo que te interese en absoluto no volver a estarlo.

Mira no sé cómo, no tengo ni la menor idea de quién inventó los sentimientos, las emociones y en definitiva esta especie tan compleja o tan simple que nos machacamos en “complejar”. Pero hay una cosa clara, todos tenemos el mismo concepto y conocimiento, de esos estados que alguien o algo le puso un nombre en su día. Tristeza: llorar; felicidad: alegría; y así con cientos. Sabemos de sobra lo que se siente con cada uno y como las situaciones nos influyen a todos para sentir así o asa. Pero nunca te has parado a pensar que pese a eso, nadie y cuando digo nadie es nadie, ¿siente igual? O bueno pensando podría decir ¿y tú qué sabes cómo siente el otro? Ahí está la respuesta, no lo sabes porque no es igual. Te haces una idea, y crees que lo que tú sientes es lo que el resto del mundo también siente, pero no amigo. Eso es lo que nos hace únicos y también puede ser la razón, por la que muchas veces este mundo esté “patas arriba”.

Ahora piénsalo. Esa es la clave para ver que ahí está, que tú tienes el poder de todo lo que te pasa. No externo, por supuesto, pero sí como eso externo repercute en cada uno de nosotros. Claro que hay momentos que tienes que estar triste, agobiado, sonriente, pero tú lo controlas tú decides cómo y hasta cuándo. Y eso, ese control es la felicidad. Saber que tú tienes el poder, que tú eres persona, que tienes que sentir todo, pero tú dices cuánto. 


Ahora ya puedes sonreír.

Como todo, tiene un pero y no un pero pero si no un PERO, para poder llegar a eso hay que empezar por el principio. Pero sinceramente, lo dejo para otro día.


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